Una familia de dos

Una familia de dos

José Gregorio de 20 años tomó la decisión de salir de Venezuela en julio de 2019. “La situación cada vez era más difícil, en especial porque mi responsabilidad son mi mamá y mi sobrino (desde los 3 meses de nacido Omar se quedó con nosotros porque mi hermana y su padre nunca se hicieron cargo). Además, mi vida era muy incierta porque abandoné mis estudios de Meteorología, no tenía dinero para pagar la colegiatura ni para poder movilizarme y la comida cada vez era más difícil de conseguirla; así que puse toda mi confianza en salir del país para buscar un mejor futuro”, nos dice.

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El recorrido no sería fácil porque José Gregorio no viajaba solo, su sobrino Omar de 8 años estaba incluido. “Mi madre es una persona de edad y no podía quedarse con el niño, además Omar necesita un mejor estudio y una mejor vida que lastimosamente mi país no le puede ofrecer. En mi maleta guardamos nuestra ropa, mi documento de identificación, la partida de nacimiento del niño y salimos de viaje”. Manuel, hermano de José Gregorio, y su esposa Milagros vivían en Tulcán, ciudad ecuatoriana fronteriza con Colombia, y trabajaban por temporadas en los sembríos de papas. Ellos esperaban a José Gregorio con la promesa de un trabajo.

Al llegar a Tulcán, Manuel recibió a José Gregorio con la mala noticia de que no había trabajo, pero le propuso viajar a Manta donde una amiga de la familia los esperaba y les aseguró que la vida sería mejor. Después de 18 horas de viaje, entre paradas y esperas, llegaron a Manta a la casa de su amiga que los recibió como lo había ofrecido. Sin embargo, a los 2 días se presentó la dueña de casa y les dijo que si las visitas no salían debían desalojar el inmueble en 48 horas.

Manuel, Milagros, José Gregorio y Omar salieron de la casa y durmieron por cuatro noches en la playa hasta que llegaron a una casa de acogida para migrantes. “Durante un mes y medio vendimos caramelos en la calle y pasamos las noches en el refugio, hasta que un día nos ayudaron con un dinero para pagar el alquiler de un departamento por dos meses seguidos y tener un problema menos en que preocuparnos”, recuerda José Gregorio. “En esos días nos comentaron que World Vision ayudaba a los migrantes con una tarjeta de alimentos, nos acercamos a sus oficinas y enseguida nos dieron ese apoyo que nos ayudó mucho durante 6 meses. Además, Omar asistió al espacio amigable para los niños mientras nosotros trabajamos. Así el niño no estaba expuesto en la calle y aprendió a hacer manualidades, canciones y a compartir con amiguitos de su misma edad”.

El pasado octubre, cuando Ecuador vivió el último paro nacional, Manuel y Milagros decidieron regresar a Venezuela porque la situación se complicó mucho más. “Mi hermano y mi cuñada buscaban donde trabajar pero se cerraron muchas puertas, a pesar de eso yo decidí quedarme porque quiero traer a mi mamá” dice José Gregorio. “Además ya inicié los trámites para que Omar pueda iniciar en el nuevo ciclo escolar, porque desde que salimos de Venezuela el niño no asiste a la escuela”. Sin embargo, parece ser que tendrán que esperar más de lo previsto porque con la pandemia de COVID-19 se han postergado las clases.

José Gregorio conoció a una familia que le dio trabajo, no tiene un salario porque depende del flujo de ventas que tengan en el negocio. Sin embargo, tiene un techo y comida para él y su sobrino. “El jefe y la jefa (como los llama Omar) nos han tratado muy bien y vivimos en su casa. No me quiero imaginar este tiempo de encierro si yo no tenía el apoyo que tengo aquí. No estoy ganando mucho porque el negocio está cerrado, pero estamos seguros”.

Uno de los mayores sueños de José Gregorio es retomar sus estudios y que Omar pueda ir a la escuela, “si los dos nos preparamos vamos a tener mayores oportunidades”. Él es un joven que trabaja por su bienestar y el de su sobrino Omar a quien lo cuida como su propio hijo a pesar de los 12 años que los diferencian.