Un viaje por el estigma y la pandemia

Un viaje por el estigma y la pandemia

Marcos, de 11 años, es un niño tímido y retraído, que ha asumido el rol del hombre de la casa. Se encarga junto con su hermana mayor, Leidy de 12 años, de cuidar a sus 3 hermanitos menores, Yazelimar, de 9 años, Yelismar, de 5 años, y Antony, de 4 años. Antony es el más difícil de cuidar porque todavía está siendo amamantado por su mamá Yeliska de 31 años. 

La humilde vivienda donde Marcos vive junto a su familia consta de dos habitaciones pequeñas. Para jugar salen al patio del vecindario porque también viven allí sus abuelos y sus tíos. Es una zona del estado Miranda muy golpeada por la escases de agua potable, los cortes de la energía eléctrica y la cuarentena debida al COVID-19. 

En la entrada de la vivienda está Marcos, a quien cariñosamente se le conoce como Marco Polo, atento al grito de los vecinos: “Llegó el agua Marco, llegó el agua, corre para llenar los tobos”.  

Como si fuera tan simple llenar los tobos, este pequeño debe atravesar una arteria vial muy transitada y peligrosa porque es una carretera Nacional donde la velocidad vehicular más baja es de 60 km/h. El agua llega cada 22 días al sector, algunas veces vecinos y familiares lo ayudan.El papá de Marcos y sus hermanitos es Ezequiel, de 30 años. Él vive con ellos, pero desde hace un tiempo este hombre está atravesando un verdadero calvario. Él fue diagnosticado con el SIDA desde el año 2013. Ezequiel apenas puede caminar, ante la pérdida casi total de la visión debido a una Enfermedad Cerebro Vascular que lo dejó incapacitado para trabajar, él necesita compañía constante, su mandíbula se disloca frecuentemente causándoles dolores indescriptibles. 

A Marcos le preocupa el deterioro que está presentando su papá.  

A mi papá no le han dado los remedios porque el hospital solo atiende COVID, dice Marcos.Tal vez yo tenga que buscar trabajo.  

Pero Yeliska, su mamá, quiere que Marcos estudie y siga adelante.  

No… mientras yo pueda trabajar, usted y sus hermanitos van a estudiar, dice ella a Marcos.  

Yeliska trabaja medio tiempo en la vigilancia de una empresa que queda cerca de su Vivienda.  

“Este trabajo me lo consiguió la comunidad para que me ayudara un poquito, dice. 

Cuando la mamá de Marco está trabajando, él y su hermanita mayor son los jefes de la familia. Realmente son buenos jefes. La pequeña vivienda está muy limpia y los niños pequeños son obedientes a la guía de Marcos. 

Por un tiempo, Marcos estuvo feliz porque fue promovido para el primer año de educación secundaria.  

Pasé, pasé para primer año, y me mandaron a hacer los exámenes del VIH, dijo en Septiembre 2020. 

Para Marcos y Leidy no es difícil cumplir con el distanciamiento social durante la pandemia ellos fueron apartados socialmente en su colegio.   

Yo no tengo muchos amigos, bueno, no tengo amigos, porque no se quieren juntar conmigo, creen que yo les voy a pegar algo, dice Marcos.  

Mientras a Leidy, esta situación la ha marcado notablemente. Es una niña muy triste, apartada, callada. Al hablar no hace contacto visual, es evidente que ha sufrido el rechazo debido a la enfermedad que padece su papá. 

Yo he tenido que ir varias veces al Consejo de Protección del niño, porque en el colegio apartaban a Marco y a Leidy,” dice Yeliska. “A ellos no les permitían utilizar tijeras, ni tener contacto con otros niños. Cuando yo los iba a buscar, ellos siempre estaban apartaditos, eso me rompía el corazón. 

A Marcos le gusta cantar. Aprend en la iglesia. Es muy apasionado cuando se interesa por algo. Tiene muchos sueños y deseos de salir adelante.  

Quisiera ser ingeniero, para arreglar carros, pero también quiero ser cantante. Cuando termine la pandemia voy a ser el mejor estudiante,dice Marcos. “Aunque todavía no tengo el uniforme, ni cuadernos, ni zapatos, ni nada, bueno no importa. 

Marco y su familia han vivido de la caridad, el sueldo que su mamá percibe es de aproximadamente $6 mensuales. Realmente es muy poco para alimentar a cinco niños y dos adultos. La comunidad recoge víveres para alimentarlos, la parroquia los tiene en su programa de alimentación y algunos familiares les ayudan de vez en cuando. 

Esta familia actualmente recibe la ayuda de World Vision por medio del Centro Cristiano de Los Teques en la forma de cash transfer. Durante tres meses recibieron $30 por cada mes, además de recibir 29 litros de agua potable. Esto les ha permitido ingerir frutas, vegetales, alimentos lácteos, así como la adquisición de productos para el aseo personal como crema dental, jabón para lavar la ropa y algunas golosinas para los más chiquiticos. 

“Cuando llega el dinero de World Vision yo me voy tempranito con mi mamá para el centro, porque tengo que ayudarla a cargar las bolsas, dice Marcos. “compramos comida y eso me alegra porque mi papá no se va a preocupar mucho. 

A Ezequiel le es muy difícil hablar. Sin embargo, mediante señas indica lo agradecido que está con las entidades responsables de hacerle llegar a su familia esta ayuda monetaria. 

“Mi papito y mi mamita y nosotros queremos a World Vision y al Centro Cristiano de Los Teques porque nos están ayudando y los queremos a todos, dice Yazelimar, de 9 años. 

Yeliska está de acuerdo. Nunca podré olvidar y siempre le recordaré a mis hijos lo que Visión Mundial y el Centro Cristiano de Los Teques ha hecho por nosotros,” dice. “Nos han ayudado sin esperar nada de nosotros de verdad Dios vive dentro de ellos. 

Lágrimas cristalinas brotan de los ojos de esta mujer, es ahogada por el llanto, un llanto liberador. Deja salir así tanto dolor y sufrimiento frente a la enfermedad, la carestía, frente a una pandemia que amenaza con llevarse al hombre que ama y que es el padre de sus niños, frente al dolor de ver a sus hijos estigmatizados por una sociedad cruel e ignorante que los señala sin piedad.  

Pero tanto dolor ha hecho de Yeliska una mujer fuerte que se sobrepone rápidamente.  

Mientras Yeliska considera las luchas y el dolor que han soportado a lo largo de los años, todos sus hijos la rodean para ofrecerle besos y abrazos de aliento. Este es una imagen de una familia unida que se sobrepone al injusto estigma de la sociedad.