El vínculo entre justicia climática, fe y protección de la infancia en América Latina
Cada 22 de abril, el mundo celebra el Día Internacional de la Madre Tierra, una jornada que nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con el planeta, denunciar los impactos de la crisis ambiental y promover un cambio profundo hacia una economía más justa, sostenible y respetuosa con la creación.
En medio de sequías extremas, deforestación acelerada, contaminación de los ríos y desplazamientos forzados, la Madre Tierra nos lanza un grito urgente: la casa común está en peligro. Y aunque todas y todos sentimos sus efectos, hay una población especialmente vulnerable a esta crisis: los niños y niñas.
Crisis climática y niñez: una emergencia silenciosa
Según Naciones Unidas, más de un millón de especies están en peligro de extinción, y cada año perdemos 10 millones de hectáreas de bosques. Los impactos no son sólo ambientales, sino profundamente humanos.
World Vision advierte que mil millones de niñas y niños viven en países en riesgo extremo por desastres ambientales. Estos fenómenos climáticos —sequías, huracanes, inundaciones— destruyen escuelas, contaminan fuentes de agua, arrasan cosechas y obligan a miles de familias a migrar. Entre 2016 y 2021, más de 43 millones de niños fueron desplazados por causas climáticas.
Además, el cambio climático multiplica el hambre. Ya hay 148 millones de niñas y niños con desnutrición crónica en el mundo, y se estima que 80 millones de personas adicionales podrían pasar hambre hacia mediados de siglo si no actuamos.
La Amazonía y el Corredor Seco: Territorios clave para la vida
World Vision trabaja en dos de los paisajes más afectados por el cambio climático en América Latina, donde la niñez se encuentra en situación de mayor vulnerabilidad frente a eventos climáticos extremos: la Amazonía y el Corredor Seco Centroamericano.
Amazonía: el bioma sagrado que arde
La Iniciativa Climática Amazónica tiene como objetivo proteger a la niñez indígena, tradicional y originaria en países como Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. Esta iniciativa se enfoca en garantizar el acceso de los niños y niñas a servicios vitales como el agua, en apoyar la restauración de ecosistemas degradados por parte de las comunidades locales y en promover sistemas agroalimentarios sostenibles y eficientes, que reduzcan la presión sobre el ecosistema.
Colocando siempre en el centro las voces de la niñez y de las comunidades indígenas, tradicionales y locales, World Vision reconoce que solo poniendo a las personas —y en especial a los niños y niñas— como prioridad, es posible imaginar una Amazonía en pie. De esta manera, se busca preservar tanto las maravillas de la Creación de Dios como el futuro de cada niño que la habita.
Corredor Seco: Esperanza y oportunidades para soñar en casa
En Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, el Corredor Seco sufre una grave crisis hídrica y alimentaria que forza a las personas a dejar sus hogares en búsqueda de condiciones aptas para vivir. World Vision promueve la seguridad hídrica desde una visión de cuenca hídrica, la gestión y restauración de los recursos naturales como motor del desarrollo económico y el fortalecimiento de las capacidades de afrontar, resistir y reponerse a los eventos climáticos extremos para generar condiciones ideales para que cada niña y niño pueda tener oportunidades y esperanza en sus comunidades de origen.Las organizaciones basadas en la fe nos permite llegar donde nadie más llega y actuar donde se encuentran las personas con mayor vulnerabilidad en los rincones más profundos de Centro América.
Ecoternura: cuando el cuidado de la creación nace del amor
En este contexto, emerge un concepto transformador: ECOTERNURA. No se trata solo de reciclar o sembrar árboles. La ecoternura es un vínculo profundo de amor, respeto y reciprocidad entre la niñez y la naturaleza. Es un compromiso espiritual y comunitario que nace del asombro y la conexión sagrada con la creación de Dios.
“El Señor Dios puso al hombre en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara” (Génesis 2:15).
Desde esta mirada teológica, la naturaleza no es un recurso para explotar, sino un don sagrado que debe ser honrado. La niñez —con su curiosidad, ternura y sentido de justicia— se convierte en guardiana profética de la tierra. En cada juego en el bosque, en cada defensa del río limpio, niñas y niños plantan semillas de esperanza.
La fe como motor de justicia climática
Frente a esta crisis, la fe puede y debe ser un catalizador poderoso de acción ambiental. Las religiones del mundo comparten valores de cuidado, compasión y justicia. Desde el mandato bíblico de cuidar la creación (Génesis 1:28) hasta los principios de dharma, ahimsa y zakat, hay un llamado común: proteger la tierra es proteger la vida.
World Vision trabaja con líderes religiosos de distintas confesiones para:
- Educar a las comunidades sobre justicia ambiental desde una base espiritual
- Movilizar recursos de fe, para restaurar ecosistemas
- Promover prácticas sostenibles en templos, parroquias y mezquitas
- Incidir en políticas públicas con una voz moral y profética
- Unir fuerzas interreligiosas en campañas como la coalición Faith for Earth de la ONU.
Proteger a la Madre Tierra es amar a la niñez
En este Día de la Madre Tierra, recordemos que el cuidado del planeta no es solo un tema ambiental, sino profundamente espiritual, ético y social. Si queremos que los niños y niñas crezcan con dignidad, salud y esperanza, necesitamos actuar ya.
Desde la Amazonía hasta el Corredor Seco, desde las iglesias rurales hasta los centros urbanos, cada acción cuenta: sembrar un árbol, defender un río, enseñar a un niño sobre la belleza de la creación, alzar la voz por políticas justas.
Porque al cuidar de la tierra, cuidamos del jardín que Dios nos confió y de la niñez que él ama profundamente.