Los niños desplazados están pagando el precio de la incapacidad de la comunidad internacional para abordar las causas profundas de los conflictos, el cambio climático y el hambre. Los conflictos nuevos y prolongados, las catástrofes y las condiciones meteorológicas extremas provocadas por el cambio climático, junto con los efectos devastadores de la pandemia y los elevados costes, están provocando el alarmante aumento del hambre y la desnutrición en muchas partes del mundo.
Este es el tercer año que World Vision ha encuestado a niños y familias desplazados por la fuerza sobre sus experiencias y situaciones. En los 18 países en los que hemos hablado con niños y familias este año, los datos nos muestran que cada vez más niños desplazados forzosos abandonan la escuela para trabajar y que los hogares se saltan comidas para llegar a fin de mes debido al aumento del coste de la vida.
Ante el hambre y la desnutrición, la falta de educación puede parecer menos importante, pero privar a un niño de oportunidades de aprendizaje tiene consecuencias devastadoras a largo plazo para su seguridad, su salud mental y su desarrollo psicosocial. Las investigaciones indican que por cada año de escolarización que pierde un niño, se reduce su potencial para obtener ingresos en el futuro, un fenómeno que afecta de manera desproporcionada a las niñas y las mujeres. Una fuerza laboral emergente debilitada perpetúa un círculo vicioso de pobreza para las generaciones venideras.
World Vision también sabe, por su trabajo en comunidades afectadas por el hambre en todo el mundo, que cuando los niños van a la escuela con hambre, tienen dificultades para aprender, lo que contribuye aún más al abandono escolar.
